La Barrica de la Oca Badajoz y su Historia: Llerena

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sábado, 26 de abril de 2008

Llerena

Llerena es una de las poblaciones más antiguas de Extremadura.
Se han localizado algunas tumbas en los solares ocupados urbanizaciones procedentes de un poblado con una antigüedad de unos 4.000 años aproximadamente.
Otros lugares ricos en restos de civilizaciones anteriores se ubican en el Cerro Elías o el Huertecillo, de donde procede el llamado “ídolo de Llerena”, que simboliza a una imagen antropomorfa de hueso de aproximadamente 10 centímetros con una objeto en la mano, al parecer un cuchillo.
De épocas posteriores de nuestra historia nos quedan restos en zonas cercanas a Llerena, con yacimientos en la zona de Las Mesillas o la Dehesilla de Higuera de Llerena. Son vestigios prerromanos de gran importancia y pendientes de un estudio de campo más detallado y exhaustivo, si bien se desprende que los pueblos que la ocupaban explotaban minas de cobre, hierro y plata.
Los restos de la civilización romana más importantes los encontramos en Regina, muy cerca de la zona ocupada por los túrdulos, al parecer, según recientes investigaciones, cerca de la alcazaba de Reina. La ciudad de Regina se encuentra en el vecino término municipal de Casas de Reina.

Por las sucesivas excavaciones realizadas en la ciudad romana de Regina apreciamos la importancia que este núcleo poblacional tuvo en toda la comarca.
Sin embargo son pocas las noticias que podemos aportar de las épocas posteriores a la dominación romana y anteriores a la última etapa de la Edad Media.
No se sabe cuál era la denominación romana para el primer asentamiento. Para unos Allarias, Ellerina para otros, Ellerena para algunos más, en fin, todos especulan con los posibles toponímicos de la ciudad. La Llerena árabe la localizan en los restos existentes en el interior de la torre y en algunos lienzos de la muralla que circundaba la población.
Llerena comienza a tener su protagonismo a partir de su reconquista en el siglo XIII, y aunque para algunos investigadores no tuvo un importante protagonismo, para otros fue pieza fundamental como plaza principal en la conquista cristiana de toda la zona. Pelay Pérez Correa, Maestre de la Orden de Santiago, desde la alcazaba reconquistada de Reina, comienza a sentar las bases de la administración militar y civil de toda la comarca y también fue el primer impulsor de lo que fue la Provincia de León de la Orden de Santiago en Extremadura, siendo Llerena la población que ocupó la cabeza durante varios siglos.
Pero esta comarca se encontraba casi despoblada, con unos inmensos territorios que había que ocupar con gente para adquirir seguridad y a la vez explotar tan importantes dehesas y tierras de calidad. En aquella época era la fuente principal del sustento de los pueblos, y Llerena, poco a poco se va convirtiendo en el centro natural de la comarca y sus muros alojan a los más importantes Maestres de la Orden de Santiago, que la eligen como residencia temporal. El primero de ellos, el infante don Fadrique (1342-1358), hermanastro del rey Pedro I el Cruel, y le siguieron don Pedro Fernández Cabeza de Vaca (1382-1387), don Enrique García Fernández de Villagarcía (1385-1387) que fabricó posteriormente su castillo en la vecina Villagarcía de la Torre, Lorenzo Suárez de Figueroa (1387-1409) enterrado en la iglesia de Nuestra Señora de la Granada y el último de los Maestres de la Orden, don Alonso de Cárdenas (1480-1493).
No cabe duda que la presencia de tan importantes caballeros ejercieron una gran influencia a la hora de promocionar el desarrollo de la población, y por ello se tiene constancia de la celebración en Llerena de Cortes en el año 1340 por el rey Alfonso XI de Castilla, así como sucesivos capítulos generales y particulares de la Orden con la asistencia de todos los Comendadores.
A partir de entonces, en Llerena se produce ese cambio en todos los aspectos económicos, sociales y culturales que la convierten en el más importantes centro administrativo de la provincia de León en Extremadura y junto a Mérida adquieren la hegemonía y adquiere la sede de la Mesa Maestral de la Orden y es la población principal de más de 30 pueblos que se gobiernan desde Llerena y en el orden religioso dependen del Prior de la Orden de San Marcos de León, siendo nuestra ciudad durante algunas temporadas la residencia del Prior.
Los sucesivos Maestres de la Orden proporcionan a Llerena los medios necesarios para dotarla de los servicios civiles y religiosos precisos, por ello Lorenzo Suárez de Figueroa recibe la licencia para celebrar las ferias de San Mateo el 21 de septiembre, construye la capilla de la Trinidad en la iglesia de la Granada, los bastimentos y termina el edificio destinado a Casa Maestral o el convento de Santa Elena; don Enrique García Fernández de Villagarcía construye el castillo de la vecina localidad de Villagarcía de la Torre y se convierte en el patrono de la capilla mayor de la iglesia de Santa María y decide ser enterrado en ella.
Don Alonso de Cárdenas construye sobre el solar ocupado por la ermita de San Pedro la iglesia de Santiago, y dota al recinto amurallado de algunas de las puertas más importantes de la ciudad.
Durante los años sucesivos a la reconquista se asientan en Llerena gran cantidad de familias judías apoyadas por la corona por conseguir una mayor repoblación. Estos clanes hebreos convierten a Llerena en un población próspera y con unos niveles muy elevados en los sectores económicos y culturales. Hacia el año 1479, el judío Rabí Mayr consigue de los Reyes Católicos eliminar la prohibición que existía en toda España de celebrar ferias y mercados, y tuvo bastante importancia una escuela de traductores. La aljama de Llerena la formaba casi 600 familias en torno a la zona ocupada por la sinagoga (ermita de Santa Catalina) y la fuente pellejera.
Por aquellos años se vivía plenamente en Llerena una profunda integración de las tres culturales, la cristiana, la judía y la musulmana.
Tras el decreto de expulsión ordenado por los Reyes Católicos en 1492, en Llerena se quedan 125 familias judías que adquieren su cualidad de judeoconversas, que junto con Fregenal de la Sierra se convierten en los núcleos poblacionales de mayor número de cristianos nuevos.
El barrio de la morería se situaba en las proximidades de la iglesia de Santiago y estaba constituido por un grupo poblacional al más marginal integrado por obreros del campo y la construcción, si bien también había algunos profesionales dedicados a la danza y la música que amenizaban muchos de los actos sociales.
Con la expansión de Llerena comienza a producirse la construcción de los primeros conventos, el primero del que se tienen noticias es el de Santa Elena, extramuros de la población, que se traslada a las proximidades de ella, junto a la puerta de Reina cuando se funda el de San Francisco por Sancho de Paz. Igualmente van proliferando las ermitas, la de San Lázaro, san Cristóbal, Santa Catalina, San Marcos, San Benito, San Antón o la Concepción.
Al mismo tiempo se van construyendo edificios con fines benéfico sociales destinados a hospitales que se bautizan con los nombres de San Lázaro, Santiago, San Juan, Espíritu Santo y otros.
Uno de los motores impulsores de la evolución de Llerena a finales del siglo XV es el establecimiento del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, gracias a las influencias políticas del licencia Luis Zapata, Consejero y asesor de los Reyes Católicos y también debido a la extensa población hebrea de la Baja Extremadura. Ha sido considerado por muchos historiadores como la institución que formó la región extremeña.
Entre los procesos inquisitoriales más nombrados cabe destacar el iniciado contra los alumbrados o iluminados en la segunda mitad del siglo XVI, amplia y detalladamente estudiado y analizado por el profesor Huerga. Este movimiento herético, basado en la permisión de conductas no muy ortodoxas, por lo general influenciadas por contactos sexuales algo escandalosos, se extendió por algunas zonas de nuestra región y fue perseguido con ímpetu por el religioso fray Alonso de la Fuente, hasta lograr en 1570 un masivo proceso de más de 50 herejes.
Desde comienzos del siglo XVI se produce un gran aumento demográfico que se ve mermado en cierto modo por la emigración al Nuevo Mundo, convirtiéndose no obstante, en el segundo mayor núcleo poblacional de Extremadura en 1591, detrás de Badajoz capital.
Muchas familias vivían amparadas por la clase burocrática e institucional, la Mesa Maestral, el Santo Oficio de la Inquisición con más de 50 funcionarios, el Cabildo que contaba hasta con 9 escribanos o Notarios, aparte de los alguaciles, regidores, etc. Pero fundamentalmente estaba el clero que lo componían 297 miembros a finales de la centuria del XVI, y que aportaban los servicios religiosos a las dos parroquias, Nuestra Señora de la Granada y Santiago, y ocho conventos de Llerena, cuatro de monjas, Santa Clara, Santa Ana, Santa Isabel y la Concepción , y cuatro de frailes, Santo Domingo, San Francisco, San Sebastián y el de los Jesuitas.
El resto de la población estaba compuesto por artesanos y agricultores y ganaderos, que convivían en zonas gremiales del casco urbano cuyas calles conservan actualmente sus antiguas denominaciones tras numerosas rotulaciones sufridas a partir de la Segunda República Española. Entre ellas están la calle Zapatería, Curtidores, Caleros, Ollerías, Armas, Cedaceros, Bodegones.
La decadencia de Llerena comienza ya avanzado el siglo XVII, al igual que se produce en el resto de España, debida a crisis política del imperio, propiciada por las inexplicables guerras con nuestros vecinos y el difícil sostenimiento de una infraestructura política y territorial guiada por regentes poco activos y validos aprovechados. También fueron causa de este declive la expulsión de los moriscos, las sucesivas pestes que asolaron Llerena y que la mantenían aislada durante muchas cuarentenas del exterior con el cierre hermético de sus puertas. Pero la mayor lacra la proporciona la guerra con Portugal que merma a nuestra ciudad y esquilma su economía, pero en compensación, recibe el título de ciudad por Felipe IV el 12 de junio de 1642.
Lo más destacable de este siglo para Llerena es la presencia de personajes relacionados con el mundo del arte, Francisco de Zurbarán, a la que honra su presencia entre nosotros la escultura del artista llerenense Ramón Chaparro, recientemente ubicada en la Plaza de España, observando con una viva atención la que fue su casa y la fuente que diseñé en 1618. Tuvimos como vecino de Llerena al pintor de Fuente de Cantos desde 1617 a 1629, y por dos veces contrajo nupcias en nuestra ciudad, una primera con María Páez, con la que tuvo tres hijos, (María, Juan e Isabel-Paula) y la segunda con Beatriz de Morales, una hija llamada Jerónima.
Su actividad artística comienza en Llerena y su comarca, Azuaga, con la confección de la talla de un Cristo en madera, para Zafra, Bienvenida, Fuente de Cantos, Montemolín obras de diversas características hoy desaparecidas en su mayor parte, si bien nos queda en Llerena una impresionante obra original, el “Cristo Crucificado” de la Iglesia de Nuestra Señora de la Granada, recientemente restaurado en Madrid y que formó parte del retablo que fabricó con el entallador sevillano Jerónimo Velázquez en 1636.
Destacan en el campo de la enseñanza, la labor realizada por los jesuitas en Llerena, donde formaron a gran número de jóvenes en los campos de la gramática y teología.
Queremos resaltar también a la poetisa Catalina Clara Ramírez de Guzmán, una de las más importantes plumas femenina de las letras españolas de aquella época.
Durante el siglo XVIII se produce un cierto aumento en la evolución económica también amparada por la situación nacional a la llegada de los Borbones. El historiador Manuel Maldonado Fernández hace una detallado estudio de esta centuria y nos ofrece un ajustado análisis de la influencia de las ordenanzas municipales aprobadas a comienzo del siglo, que acompañadas de los documentos que se elaboran como el Catastro de la Ensenada, el Interrogatorio de la Real Audiencia, el Censo de Floridablanca, nos proporcionan la información necesaria para llegar a la conclusión de que Llerena sigue estando en el mismo lugar que en los siglos anteriores en cuanto a que mantiene su hegemonía en los aspectos administrativos, fiscal y religioso, si bien su jurisdicción se ve mermada al conseguir la independencia municipal los lugares de Higuera de Llerena en 1786 y Maguilla en 1749, que anteriormente habían pertenecido a su Ayuntamiento.
En este siglo de las luces sobresale el llerenense Juan de Hermosilla y Sandoval, que nació en 1715, autor de las obras del trazado del Paseo del Prado de la capital de España, el proyecto del palacio Anaya de Salamanca, el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid o la restauración del palacio de Carlos V y de la Alambra en Granada.
La Guerra de la Independencia (1808-1814) en nuestra ciudad tuvo gran incidencia, con la batalla de Cantalgallo en 1810 Llerena es destruida en parte y esquilmada por las tropas francesas. Se produjeron muchos destrozos en edificios importantes y parte de nuestro riquísimo archivo histórico fue destrozado y sirvió de asiento a las caballerías, saliendo gran número de importantes obras de arte de nuestras iglesias, tales como parte del retablo de la iglesia de Nuestra Señora de la Granada decorado por Zurbarán.
Tras el decreto de suspensión de la jurisdicción religiosa que mantenían desde siglos las Ordenes Militares, en Llerena se produce el llamado “Cisma de Llerena”, provocado por el clérigo don Francisco Maesso de la Fuente al no admitir acogerse a la jurisdicción del Obispado de Badajoz. En algo más de un año se produjeron diversos altercados que se apaciguaron cuando Alfonso XII llega al trono, provocando con aquel decreto la desaparición del provisorato de Llerena.
Las sucesivas desamortizaciones produjeron también un gran descalabro para la economía municipal de Llerena y en definitiva para todo su vecindario. La de Mendizábal de 1837 y Madoz en 1855 dejaron casi sin recursos al Ayuntamiento de Llerena que perdió casi la totalidad de las dehesas de su propiedad y que había mantenido y explotado durante siglos proporcionando unos importantes beneficios para las arcas municipales. Desparecieron también algunos conventos, como Santa Isabel, San Francisco, La Merced, San Sebastián y la Concepción, quedando subsistente solamente Santa Clara.

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